miércoles, 26 de septiembre de 2012

No me importa tu belleza me importa que vueles conmigo

No me importa la  belleza de una mujer y nunca me ha importado, lo que siempre me ha importado es que cuando hacemos el amor lo hagamos volando, navegando entre nubes llegando al infinito de manera conjunta en un éxtasis maravilloso de encuentro carnal y espiritual, en donde cada uno deje una parte de si.
 

Y que mejor manera de expresar lo que acabo de decir, sino con este poema del Sr. Oliverio Girondo, el cual espero disfruten.

No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres.
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. ¡María Luisa! ¡María Luisa!... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
Oliverio Girondo


Por eso hoy puedo decir hermosa mujer, mujer que tan solo por ser lo eres hermosa, por esa feminidad que me hace volar.
Quiero que vueles conmigo vuela conmigo aunque sea de vez en cuando para visitar las estrellas y llevarnos a mundos lejanos en dimensiones alternas a la que vivimos, aunque después tengamos que regresar a este planeta el cual nos llevara de nuevo a la realidad, mujer que hoy me seduces llévame a tocar el cielo y no solo eso tócalas conmigo.

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